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martes, 9 de mayo de 2023

LA ALARMA SUENA EN LOS OCÉANOS - LA SUBSISTENCIA DE LA VIDA EN EL PLANETA ESTÁ EN ALTO RIESGO



Pese a que a las selvas tropicales se les considera "el pulmón de la Tierra", son los océanos los que proporcionan entre el 50% y el 80% del oxígeno que respiramos.


John F. Kennedy dijo una vez que "estamos atados al océano". "Y cuando volvemos al mar, ya sea para navegar o para mirar, volvemos al lugar de donde venimos".


Una cita que resulta más real de lo que uno podría pensar porque cada uno de nosotros está inexorablemente ligado a los océanos.


Y es que, además de que toda la vida en la Tierra se originó en sus profundidades, los océanos también son cruciales para nuestro futuro.


Recientemente la superficie del mar alcanzó un nuevo récord de temperatura en un proceso de calentamiento que los científicos reconocieron que no entienden muy bien.


Fue brusco, rápido e inesperado, superando en algunos lugares en 13,8°C la media registrada entre 1981-2011.


Este aumento de temperatura puede tener serias consecuencias para la vida en la Tierra.


Los océanos cubren aproximadamente el 71% de nuestro planeta y son fundamentales en los procesos que nos mantienen vivos.


En primer lugar, porque si las selvas tropicales son consideradas como "los pulmones del planeta", los océanos son los que nos proporcionan entre el 50% y el 80% del oxígeno que respiramos. Además, a través de sus corrientes y de lo que se conoce como cinta transportadora oceánica, ayudan a regular el clima de la Tierra transportando el calor desde el ecuador hacia los polos.


Los océanos también resultan esenciales en la lucha contra el cambio climático, como le contó a la BBC el biólogo marino peruano Daniel Cáceres Bartra, representante para América Latina de la Alianza para los Océanos Sostenibles.


"Este inicio de año el 4% de la superficie del planeta ha registrado récords de calor y este marzo ha sido el segundo más caliente desde que tenemos registro por la cantidad de emisiones y la cantidad de calor que tenemos almacenado", dijo."De ese exceso el océano absorbe el 90% y eso agudiza la formación de tormentas, huracanes y otros fenómenos como El Niño. Eso lo hemos visto aquí en Perú, donde se produjeron inundaciones en quebradas que habían estado secas por años".


Pero lo que absorbe el calor no es el océano en sí, sino lo que vive en él.


Muchas formas de vida acuática son capaces de retener dióxido de carbono de forma natural, llevándolo hasta el fondo marino y manteniéndolo ahí incluso después de muertas.


Se trata de una variedad de especies muy amplia, desde el microscópico fitoplancton hasta las gigantescas ballenas, que contribuyen a alimentar estos "sumideros de carbono" (zonas que absorben más dióxido de carbono del que liberan).


En este proceso tienen un rol central las praderas marinas, que conforman más de 70 especies de algas que crecen en zonas costeras poco profundas.


En el mundo hay unas 70 especies de algas que crecen en aguas poco profundas cerca de las costas.


Estas praderas submarinas están presentes en 159 países, cubriendo 300.000 kilómetros cuadrados.


Esto apenas representa el 0,2% del lecho marino, pero estas "superpraderas" son capaces de absorber el 10% del dióxido de carbono del océano cada año y lo capturan hasta 35 veces más rápido que las selvas tropicales.


Las praderas marinas construyen sus hojas y raíces utilizando carbono, que extraen del agua mediante el proceso de fotosíntesis, y lo retienen incluso después de muertas. El material vegetal muerto se descompone lentamente en el fondo del océano, lo que significa que el carbono almacenado en su interior acaba enterrado bajo el lecho marino.


Es preocupante que una solución natural tan eficaz para hacer frente al cambio climático se encuentretan amenazada.


A medida que aumentan las temperaturas se producen tormentas más violentas que arrasan con las praderas marinas. La contaminación, el desarrollo urbanístico a largo plazo de las costas y la pesca no regulada también están acelerando su declive.


La Posidonia océanica es uno de los organismos vivos que más tiempo ha estado en la Tierra y una de las algas más importantes para nuestro ecosistema.


Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cada 30 minutos se destruye en todo el mundo una zona de praderas marinas del tamaño de un campo de fútbol.


Están consideradas en peligro crítico y figuran en la Lista Roja de hábitats de la Unión Europea.


A menos que se tomen medidas, se prevé que algunas praderas marinas se extinguirán en 2050 y sin esa capacidad para absorber CO2 este se acumulará en la atmósfera, lo que calentará más el aire y los océanos.


En los últimos años hemos sido testigos de numerosos desastres naturales que los científicos relacionan directamente con el calentamiento de los océanos.


En 2022 solamente, unas 2.500 personas perdieron la vida por inundaciones en países como Pakistán, Nigeria, Sudáfrica y Brasil.


Hubo sequías en África, en Europa se alcanzaron temperaturas récord y se formaron potentes huracanes, ciclones y tormentas, que causaron pérdidas multimillonarias.


Y es que a medida que los océanos se calientan, su calor sobrecarga los sistemas meteorológicos, creando tormentas y huracanes más potentes y lluvias más intensas. Eso amenaza la vida humana y los medios de subsistencia.


Según le explicó a la BBC el científico climatológico Kevin Trenberth, "la fuente principal de los fenómenos que provocan extremos en el clima está relacionada con el calor oceánico que dinamiza los sistemas meteorológicos".


"El calentamiento global aumenta la evaporación y la desecación en tierra, además de elevar las temperaturas, aumentando el riesgo de olas de calor e incendios forestales", agregó.


El Servicio Oceánico Nacional de Estados Unidos fue enfático a la hora de responder a la pregunta de si el nivel del mar está subiendo: "Si", y agregó que lo está haciendo "a un ritmo cada vez mayor".


La causa principal de que esto esté ocurriendo es el calentamiento de los océanos.


El nivel del mar ha aumentado 6 milímetros por año desde 1993 en las costas de Vanuatu.


"El agua tiene una alta capacidad calorífica a diferencia de otros líquidos. Y es capaz de acumular muchísimo calor que poco a poco va pasando de las capas superficiales a aguas más profundas", comentó Cáceres Bartra.


"El problema es que para disipar este calor, si es que alguna vez será posible, se necesitarán muchísimos años", agregó.


Las aguas más calientes ocupan más volumen y eso, junto al deshielo del Ártico y la Antártida, hace que los niveles del mar estén causando graves problemas en muchas partes del mundo.


Según el Servicio Meteorológico de Reino Unido, casi 4 de cada 10 personas en todo el mundo viven a menos de 100 kilómetros de una costa.


"Las playas arenosas van a disminuir por la erosión costera y las lluvias. Es posible que en un futuro desaparezcan países enteros como Palau o Vanuatu, así como muchas otras islas", alertó el representante de la Alianza para los Océanos Sostenibles.


"Esto creará muchos refugiados climáticos y uno de los principales temas a debate es qué va a pasar con ellos, qué nacionalidad van a tener, si seguirán siendo una nación o serán absorbidos por otra".


La vida marina es la que está sufriendo más directamente el impacto del calentamiento de los océanos.


Un agua más caliente también pierde la capacidad de contener oxígeno y los científicos calculan que entre 1960 y 2010, este disminuyó un 2%.


Puede no parecer mucho, ya que se trata de una media mundial, pero en algunos lugares tropicales la pérdida puede llegar al 40%.


Los corales son una de las especies más afectadas por el calentamiento de las aguas.


"La consecuencia de estos cambios es que las especies se ven obligadas a consumir su energía en estar en constante movimiento para buscar zonas más adecuadas a sus características y en respirar, por lo que ya no crecen como antes y producen menos huevos para repoblar", resaltó Cáceres Bartra.


"Y al desplazarse de sus hábitats también se ven obligados a convivir en espacios más pequeños y son más vulnerables a los depredadores", lamentó el biólogo marino peruano.


Si las emisiones de gases contaminantes no se frenan, se espera que los océanos del mundo pierdan entre un 3% y un 4% de su oxígeno para el año 2100.


Y lo que es peor es que gran parte de la pérdida se producirá en los primeros 1.000 metros de profundidad del agua, la más rica en biodiversidad.(Tomado de BBC)


viernes, 29 de octubre de 2021

¿Sabes qué es el dióxido de carbono (CO2) y cómo impacta en el planeta? - Planeta Tierra en riesgo alto

 



Las emisiones excesivas de este gas incoloro, inodoro y compuesto por oxígeno y carbono son una de las principales causas del calentamiento global. Un problema causado por la actividad humana y agravado por la larga pervivencia del CO2 en la atmósfera. Ante la amenaza de una escala sin precedentes, se plantea el almacenamiento subterráneo.


El dióxido de carbono (también conocido como anhídrido carbónico) ‘habita’ la atmósfera en una proporción media de 380 partes por millón. Esa presencia es una de las estaciones del ‘ciclo planetario del carbono’, explica Rafael Sardá, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España y colaborador académico en una escuela de negocios.


Tal ciclo circula entre los cuatro espacios planetarios que incluyen los llamados reservorios activos: la atmósfera, la biosfera, la hidrosfera (fundamentalmente los océanos) y la litosfera (la capa superficial sólida de la Tierra), que juntos construyen la ‘casa’ del CO2. Pero una de las singularidades de este gas es que lo pequeño se vuelve grande. Su proporción en la atmósfera es la menor de estos cuatro reservorios, y sin embargo desempeña el papel más trascendente frente al resto.


“En los últimos 800.000 años, la concentración de CO2 en la atmósfera fluctuó entre las 170 y 330 partes por millón (niveles muy aceptables para la sostenibilidad del planeta), pero desde los últimos 170 años, y de forma enormemente acelerada en las tres últimas décadas, se ha disparado hasta unos valores que alcanzan en la actualidad 415 partes por millón”, advierte el investigador.


Las emisiones de CO2 se han multiplicado y tienen consecuencias. Es un gas que contribuye al calentamiento del planeta aunque no sea el único. También otros gases naturales (metano, óxido nitroso) o artificiales (gases fluorados) forman parte de los tan mentados gases de efecto invernadero (GEI). De hecho, su aumento en la atmósfera es lo que desencadena el cambio climático, la crisis climática o la emergencia climática. Son tres términos muy cercanos que se utilizan para describir el calentamiento global que sufre la Tierra.


Las estadísticas oficiales confirman que no han bajado las emisiones de CO2 durante los últimos años (exceptuando los meses de confinamientos y la caída drástica de la actividad en muchos países debido a la pandemia). En 2017, por ejemplo, la Unión Europea (UE) de los veintisiete emitió 3,9 Gton CO2e (gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente).


“Esto representa el 7% de los GEI. Por esta razón, si la UE-27 alcanzara la neutralidad climática tendría un gran impacto en el desafío climático”, reflexiona Joseba Eceiza, socio de la consultora McKinsey & Company. Desde luego, no todos los ámbitos de actividad industrial emiten las mismas cantidades a la atmósfera. 


Las emisiones se reparten, sobre todo entre cinco sectores: 

transporte (28%)

industria (26%)

generación de electricidad (23%)

edificios (13%) 

agricultura (12%). 

Sin olvidar los combustibles fósiles, que son la principal fuente (80%) de GEI.


¿Cuál es el impacto real para las personas y la sociedad del exceso de emisiones y la huella de carbono? “Las consecuencias en un futuro no tan lejano podrían ser enormes, y en algunos lugares catastróficas, a no ser que se produzca una reducción drástica en la década que hemos empezado este año”, valora Eceiza.


Si la sociedad no rebaja sus índices de emisiones de CO2 a la atmósfera, los informes científicos auguran múltiples riesgos e impactos. Por ejemplo, problemas de abastecimiento por el colapso de las cosechas, disminución del agua potable (por primera vez en la historia cotiza en el mercado de futuros, como si fuera oro o trigo), subidas del nivel del mar, extinción de especies, la desaparición de ecosistemas enteros (sobre todo los más frágiles como los arrecifes de coral), el aumento de sequías, huracanes o tifones, migraciones masivas por causas climáticas y geopolíticas asociadas… Crece la fragilidad de los ecosistemas y muchos futuros problemas ni siquiera son predecibles hoy.


Esta acumulación de CO2 implica además graves consecuencias económicas. “El informe Stern [uno de los más reconocidos entre un gran número de trabajos que miden estos efectos] describe que un incremento medio de entre 2 y 3 grados centígrados en el calentamiento podría provocar una pérdida de hasta el 3% del Producto Interior Bruto (PIB) del mundo. Si el calentamiento fuera más elevado y oscilara entre 5 y 6 grados centígrados, la pérdida podría alcanzar el 10%”, señala Rafael Sardá.


La atmósfera se ha modificado. La concentración de CO2 es mayor que nunca, la temperatura media desde la revolución industrial ha aumentado aproximadamente 1ºC y el forzamiento climático (la diferencia entre la luz solar absorbida por la Tierra y la energía irradiada de vuelta al espacio) se ha incrementado durante ese periodo 2,3 vatios por metro cuadrado. Todos estos números trazan una ecuación complicada. Para resolverla, la ciencia ya trabaja en distintas alternativas como por ejemplo las tecnologías de captura y almacenamiento de CO2.


El CSIC español y la Universidad Técnica de Freiberg (Alemania) investigan un método innovador para almacenar el gas en el subsuelo de forma segura. No es fácil técnicamente, pero resulta factible. “En torno al 20% de las emisiones de CO2 proviene de procesos industriales, como la producción de cemento, acero o etanol, que seguirán emitiendo este gas aunque toda la energía que consuman proceda de fuentes renovables”, detalla Víctor Vilarrasa, investigador del CSIC y autor del estudio. La idea es capturar este dióxido de carbono y contenerlo bajo tierra. El problema: como se suelen utilizar rocas porosas y permeables situadas entre uno y tres kilómetros de profundidad, existe riesgo de fuga.


El CO2 es menos denso que el agua y, por tanto, flota. Esto es un inconveniente. ¿Cómo esquivarlo? Inyectando el gas donde la temperatura y la presión sean superiores a 374 grados centígrados y 218 atmósferas, respectivamente. Estas condiciones se encuentran en zonas volcánicas entre tres y cinco kilómetros de profundidad. Por eso las Islas Canarias (España), Italia o Turquía serían lugares propicios. Se trata de tecnologías aún en fase de experimentación, pero se calcula que cada pozo podría albergar emisiones equivalentes a la actividad de 1,1 millones de personas.


El dióxido de carbono convive con la civilización humana desde hace miles de años. Durante todo este tiempo, el balance energético terrestre ha estado equilibrado, los mecanismos de captación de CO2 vía fotosíntesis y los procesos de respiración de los seres vivos han mantenido esta armonía. Pero se ha perdido el equilibrio.


“Un 46% de las emisiones que antes eran contrarrestadas ahora se quedan en la atmósfera y provocan el incremento de los GEI, el calentamiento global y lo que llamamos cambio climático”, resume Rafael Sardá. ¿Entonces? La respuesta es el tiempo. La Unión Europea —sostiene Joseba Eceiza— podría alcanzar las emisiones netas nulas en 2050. Pero habrá un orden y un plazo, según cada sector. Y el comienzo, apunta el experto, es la electricidad para sustituir en el mayor volumen posible a las energías contaminantes.


Según McKinsey & Company, ese avance se consolidaría en la primera mitad de la década de 2040, dado que la generación de energías renovables ya es competitiva y disponible a gran escala. Un poco más tarde, hacia 2045, el transporte podría estar electrificado de forma intensa, aunque la descarbonización tendrá que esperar en la aviación y la navegación a larga distancia. Y tal vez habrá que recurrir a los biocombustibles para reducir sus emisiones.


Después le tocaría el turno a los edificios y, en 2050, este proceso alcanzará más de lleno a la industria, sin duda uno de los sectores más difíciles de descarbonizar especialmente en su variante pesada. Las tecnologías necesarias para lograr esa conversión aún no están totalmente desarrolladas, por ejemplo para electrificar el sector del acero o el cemento.


La transformación, más allá de la electricidad limpia, también alcanzará a la tierra fértil, al suelo. La agricultura usará técnicas mucho más eficientes y sostenibles, mejores fertilizantes, combustibles alternativos, compost. Esto implica que los humanos deberán nutrirse de otra forma, ya que más de la mitad de las emisiones de dióxido de carbono del sector alimentario proceden de la ganadería.


El álgebra del CO2 se basa en el equilibrio. La actividad humana lo ha desvencijado en las últimas décadas. Pero aún está a tiempo de hallar la solución. (Datos: CNN)





martes, 15 de diciembre de 2020

La Caza Indiscriminada de Ballenas por Parte de Japón Impulsa el Calentamiento y Cambio Climático del Mundo

 

Balleneros japoneses en la Antártida


La ciencia ya ha demostrado la urgencia de reducir las emanaciones de dióxido de carbono (CO 2 ) a la atmósfera. 


Si no disminuimos en un 20 % las emisiones de gases de efecto invernadero al 2030 y no las suprimimos al 2050, la temperatura del planeta se elevará por sobre los 1,5° C respecto al período preindustrial generando impactos en cadena sobre los ecosistemas y nuestra forma de vida.


En esa carrera por detener la crisis ambiental del planeta, la conservación de las ballenas juega un rol clave.


Un reciente estudio, publicado en la revista Science Advance, señala que la pesca en altamar ha liberado a la atmósfera al menos 730 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2) desde 1950, contribuyendo así de manera notable al calentamiento global del planeta y al cambio climático.


“A diferencia de la mayoría de los organismos terrestres, que liberan su carbono a la atmósfera después de la muerte, los cadáveres de grandes peces marinos se hunden y capturan carbono en las profundidades del océano”, dice el estudio. Es lo que se conoce como «carbono azul».


El ADN gobierna nuestras vidas


¿El ADN contiene un plan de vida que debemos cumplir?


El problema es que gran parte de ese carbono azul, en lugar de estar en el fondo del mar, ha sido liberado a la atmósfera durante décadas producto de la captura desmedida de grandes cantidades de peces, entre ellos las ballenas.


Entre los animales marinos que más carbono almacenan están las ballenas. Cuando éstas mueren de manera natural, “sus cuerpos, que son gigantes y que han capturado carbono durante su vida, caen al fondo manteniendo en el suelo marino el C02”, explica Elsa Cabrera, Directora Ejecutiva del Centro de Conservación Cetácea en Chile. 


Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) precisa que “cada gran ballena secuestra 33 toneladas de CO 2 en promedio”, y es por esa importante función que estos animales son “un aliado potentísimo en el combate a la crisis climática”, dice Cabrera, quien es también observadora acreditada en las reuniones de la Comisión Ballenera Internacional.


“En este sentido —dice Cabrera— Japón tiene un récord negrísimo en el tema de las ballenas, porque con el número que ha ayudado a capturar a través de subsidios estatales es responsable de una gran pérdida de estos animales en el océano que son aliados clave”.


Una Realidad Cuántica


Lo que no vemos pero sí ocurre

El 29 de junio de 2019, Japón se retiró de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) para poder reanudar la caza comercial de ballenas dentro de su territorio marítimo, cosa que hizo a partir del 1 de julio de ese mismo año. Para 2020, la cuota anual de ballenas que puede capturar, únicamente dentro del mar japonés, es de 120 en el caso de la ballena Minke (Balaenoptera acutorostrata), 150 para la Bryde (Balaenoptera brydei) y 25 para la Sei (Balaenoptera borealis), según datos entregados por Luis Pastene, Jefe de Ciencias del Instituto de Investigación de Cetáceos de Tokio, Japón.


Antes de eso, y mientras fue parte de la CBI, el país nipón realizó una controvertida caza de ballenas con fines científicos a través de dos programas distintos: uno en el océano Antártico que involucró la captura de ballenas Minke y otro en el Pacífico Norte con ballenas Minke, de Bryde y Sei.


Aunque Japón argumenta que el objetivo de esas investigaciones fue colectar la información necesaria para que la futura caza comercial tuviera bases científicas, quienes critican el actuar del país asiático, en cambio, aseguran que esas capturas nunca tuvieron realmente objetivos científicos. “Esto nunca fue un tema de ciencia”, dice Cabrera y asegura que así quedó demostrado en 2014 cuando la Corte Internacional de Justicia falló en contra de Japón en una demanda interpuesta por Australia y Nueva Zelanda.


“Los permisos especiales otorgados por Japón para la matanza, captura y tratamiento de ballenas en relación con el JARPA II (el programa Antártico) no eran para fines de investigación científica”, dice el fallo de la Corte.


Además del CO2 que capturan las ballenas y que secuestran en sus cuerpos al morir, estos animales fertilizan el océano con sus fecas y su orina produciendo mayores florecimientos de fitoplancton. Este último, no solo produce al menos el 50% del oxígeno en la atmósfera sino que también absorbe enormes cantidades de CO2. “Alrededor de 37 mil millones de toneladas métricas, un estimado del 40 por ciento de todo el CO2 producido”, precisa el informe del FMI, lo que equivale a la cantidad de CO2 capturada por 1,70 billones de árboles, es decir, el valor de cuatro bosques amazónicos, señala el documento.


Lamentablemente, décadas de caza industrializada de ballenas redujeron las poblaciones de estos animales y los biólogos estiman que son menores a una cuarta parte de lo que alguna vez fueron. Ahora, dice el biólogo marino Rodrigo Hucke, profesor de la Universidad Austral de Chile y presidente del Centro Ballena Azul, “nos estamos dando cuenta que tal vez los océanos eran más productivos debido a que había muchas ballenas”, por lo que “hay que dejarlas recuperarse para ver si ellas son capaces, en su impresionante rol que tienen a nivel global, a que vuelvan los mares a ser lo que fueron en su momento”, dice. (parte de artículo de Mongabay Latam - Artículo completo)

jueves, 23 de julio de 2020

NONO el Oso de Anteojos Peruano que Cuida el Medioambiente


Un oso de anteojos peruano, que busca y vigila con sus grandes lentes las huellas de carbono que dejan las empresas, es el personaje de la campaña de sensibilización que realiza Perú a través del Ministerio de Ambiente (Minam) para la adecuada gestión de emisiones de gases de efecto invernadero.

Su nombre es ‘Nono’, y es símbolo de la cruzada que incentiva a nuevas organizaciones “para que dejen una buena huella en una plataforma digital, para hacer frente a la crisis climática y contribuir a la construcción de un país resiliente y bajo en carbono”.

La campaña de sensibilización ciudadana busca reconocer el esfuerzo de organizaciones públicas y privadas en la adecuada gestión de sus emisiones de gases de efecto invernadero, de manera que contribuyan a la acción climática del país en el marco del Acuerdo de París.

En esta misión, ‘Nono’ no estará solo, pues tú también puedes ayudarlo compartiendo su mensaje para que más empresas formen parte de la plataforma Huella de Carbono Perú.

Para colaborar con ‘Nono’, debes etiquetar a la empresa que elijas con el hashtag #QueLasEmpresasSeSumen o compartir el video de Nono en las redes sociales, mencionando a las organizaciones que quieras que midan su huella de carbono y, de esta forma, ayuden a cuidar el planeta.

Esta iniciativa promueve la participación del ciudadano peruano y extranjeros residentes para que estimulen a las empresas a que incorporen una visión ambiental a sus procesos de producción. 

Para el consumidor esto es muy importante, pues generará una mejor elección hacia los productos ecoamigables. 

Nono es un personaje que promueve y genera una conciencia mayor para que las empresas reduzcan sus gases de efecto invernadero.


La Huella de Carbono Perú muestra, en primer lugar, cuántas emisiones generan las empresas, las cuales avanzan luego hacia un proceso de reducción y neutralización a partir de la compra de los bonos de carbono, ya sea de proyectos de conservación de bosques o de energías renovables.

En la actualidad hay 44 organizaciones registradas que miden sus emisiones y también las están reduciendo. Es deseo del Gobierno del Perú que se sumen más.

La Huella de Carbono Perú es una herramienta gratuita, simple y conveniente para las empresas, ya que aporta en el aumento de la competitividad y les ayuda a gestionar una producción sostenible y amigable con el ambiente. (Datos: Ministerio del Ambiente del Perú MINAM)


lunes, 15 de junio de 2020

Perú se Adelanta en Acciones para Encontrar Nuevas Reservas de Agua con que Enfrentar Crisis Hídricas Futuras


Para conocer las potenciales reservas de agua dulce con las que cuenta Perú, el Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (INAIGEM), viene desarrollando una investigación cuyos resultados permitirñan enfrentar con eficacia una posible crisis por escasez de agua en los próximos años.

Con el el apoyo del Concytec y el Banco Mundial, se evalua la distribución espacio temporal del permafrost (capa gruesa de suelo que permanece continuamente congelada) a nivel nacional, la que representa una reserva de agua potencialmente significativa.

La participación del permafrost en el abastecimiento de agua es probable que aumente en el futuro a medida que los glaciares desaparezcan y/o se retiren hacia elevaciones superiores en respuesta al cambio climático actual.

El Perú en un contexto de cambio climático está siendo afectado por las consecuencias del retroceso glaciar, ello se evidencia más en la zona sur y centro del país que en los últimos años vienen sufriendo de estrés hídrico. 

A medida que se continúe con las tendencias climáticas actuales, este problema se intensificará, por ello la necesidad de conocer las potenciales reservas de agua dulce con las que cuenta el Perú. 

Según el inventario desarrollado por el INAIGEM en el 2016, los glaciares se encuentran desapareciendo, reduciendo la disponibilidad de agua, lo cual afectará gradualmente a la agricultura, ganadería, hidroeléctricas, a las poblaciones aledañas que habitan alrededor de los ríos, entre otros. 

Este estudio indica que las Cordilleras glaciares del Sur (Arequipa, Cusco, Apurímac, Puno, Tacna y Moquegua) desaparecerían alrededor del año 2060 si las tendencias continúan bajo las condiciones climáticas actuales. En la Cordillera Chila, ubicada en Arequipa, hay una pérdida glaciar del 99% y cuenta con apenas 0.2 km2 de cobertura glaciar.

Por ello, a través de esta investigación, se identificarán las formas y la distribución del permafrost aplicando modelos matemáticos, usando imágenes satelitales y variables climáticas, estas últimas serán tomadas por estaciones meteorológicas ensambladas y puestas en operación con tecnología de OpenSource, también el desarrollo de un prototipo de dron para la recopilación de información en campo. 

Se realizan trabajos de campo en los departamentos de Arequipa y Ancash, donde en los últimos años se ha determinado que la zona viene sufriendo de estrés hídrico y conflictos socio ambientales por el uso del agua.

Katy Medina Marcos, investigadora principal del proyecto, dijo al respecto:

“Las actividades se iniciaron en enero del 2019, durante el transcurso de ese año se puso en operación el prototipo de estación meteorológica basado en Open Source y se instalaron sensores en los glaciares rocosos de la Cordillera Chila, próximamente se replicará está operación en las paredes de roca de la Cordillera Blanca y se finalizará con el Inventario Nacional de Glaciares Rocosos”.

En la etapa final se publicará un artículo científico en una plataforma web que incluirá la visualización de la distribución del permafrost en el Perú.

El equipo está conformado por glaciólogos, geógrafos, programadores, ambientales, meteorólogos, mecánicos electricistas y matemáticos de las cuatro entidades asociadas: el Centro de Investigación Ambiental para el Desarrollo de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (CIAD-UNASAM), el Centro de Tecnologías de Información y Comunicaciones de la Universidad Nacional de Ingeniería (CTIC-UNI) a través del Grupo de Modelamiento Matemático y Simulación Numérica (GMMNS) y de Smart Machines, el EClim de la Universidad de Zúrich, Suiza y el EDYTEM de la Universidad de Savoie Mont-Blanc, Francia. 

Este proyecto fue uno de los ganadores del concurso de investigación aplicada y desarrollo tecnológico, financiado por el Concytec, en convenio con el Banco Mundial, y a través de su unidad ejecutora Fondecyt. (Datos: Agencia Andina)

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jueves, 9 de abril de 2020

¿Lo Que Viene? El Colapso de los Ecosistemas y Extinción de Especies


Alex Pigot, investigador del Centro de Biodiversidad y Medio Ambiente de University College de Londres, es autor de un estudio publicado en la revista Nature el que concluye que los efectos del cambio climático sobre la biodiversidad serán abruptos y ocurrirán en tan solo 10 años. 

Este estudio muy serio hizo un análisis masivo de 30 mil 652 especies terrestres y marinas. 

La aparición de este umbral tan cercano sorprendió al propio Pigot y su equipo de investigadores ya que imaginaban una evolución más gradual y tardía.

Los investigadores crearon unas proyecciones dinámicas en el tiempo que van de 1850 a 2100 para responder a dos escenarios posibles: 

-El que ocurrirá si se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero

-Lo que pasará si no se actúa. 

Importante:

Este último camino llevaría al colapso de los ecosistemas, y los océanos serán los primeros en sufrir el golpe antes de 2030. Luego, para 2050, el efecto se expandirá a los bosques y a latitudes más altas. Además, si el calentamiento global alcanza los 4ºC, el 15% de las comunidades estarán expuestas a condiciones drásticas y muchas especies no sobrevivirán

Pigot sabe que es imposible parar el mundo, pero cree que no es demasiado tarde para retrasar este impacto tan inquietante que se ensaña particularmente con los trópicos

Ganar tiempo es la clave y reducir las emisiones de gases a efectos invernadero, la principal solución. 

¿Por qué es esencial retrasar algo inevitable? “Para aplanar la curva” y así controlar mejor la situación y evitar la "catástrofe”, dice Pigot. “Es como lo que pasó con el nuevo coronavirus. Vemos todo de lejos creyendo que no nos afectará, cuando en realidad puede llegar en cualquier momento”.

Fernando Valladares, del departamento de Biogeografía y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales de España, se une a este discurso y asegura que, aunque la situación es seria, hay márgenes de reacción si se reducen las emisiones y se gana tiempo. Es importante dar un espacio de adaptación a las especies frente a las nuevas condiciones térmicas que van a afrontar. “Aunque vayas perdiendo el partido, si tienes tiempo, puedes cambiar de estrategia en los dos últimos minutos y ganarlo”, compara.

Es hora de pasar del diagnóstico a definir e identificar acciones que permitan manejar ese cambio que, claramente, se va a producir.

Los sésiles, organismos que no se pueden mover, son los más amenazados, ya que están condenados a vivir en un mismo lugar que sufrirá transformaciones. 

Los reptiles y los anfibios, también son muy vulnerables por su reducida movilidad en general y por vivir en condiciones muy estables. 

Los más resistentes son las aves y los mamíferos, con mayor movilidad y una mejor capacidad de reacción y tolerancia térmica.

“Es cierto que la trayectoria que llevamos es terrible: vamos hacia un colapso de los ecosistemas, a una pérdida de miles de especies. 

Pero, ¿qué ganamos si lo posponemos? Pues que haya suficientes cambios en la evolución y suficiente diversidad genética para que toleren nuevos climas”, añade Valladares. El experto también confía en la evolución de la sociedad y en una tecnología más eficiente en los próximos años que generen una menor huella ambiental.

Para Miguel Ángel Olalla, profesor de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos, las capacidades de adaptación son limitadas en estos horizontes temporales. El especialista en vertebrados explica que “las especies tienen una fuerte inercia filogenética por mantener los nichos climáticos de sus ancestros. Es muy difícil romper en tan solo 30 años una barrera que en muchos casos se ha mantenido durante millones de años y que impide ampliar la tolerancia térmica de las especies en tan poco tiempo”.

Además, no todas las especies tienen las mismas tolerancias térmicas. Por ejemplo, los reptiles y anfibios, como ectotermos, no generan calor endógeno y dependen demasiado de la temperatura ambiente, de ahí su mayor vulnerabilidad especialmente en los trópicos. 

La desaparición simultánea de muchas especies implica la pérdida irreversible de una serie de servicios ecosistémicos. 

“Este estudio ofrece una evidencia abrumadora. Podrían producirse colapsos masivos de biodiversidad. Lo más importante es que estos umbrales ya se han detectado y podemos anticipar una respuesta inmediata. Con eso, demuestran que no hay que esperar a 2100 para reaccionar”

La próxima etapa de Pigot es hacer lo mismo con plantas e insectos y Olalla está convencido de que el patrón no cambiará mucho. Pese a la necesidad de verificación, Javier Benayas, catedrático en ecología en la Universidad Autónoma de Madrid, opina que...

"... hay que pasar a la acción porque ya hay suficientes estudios científicos sobre la desaparición de especies en las próximas décadas, tanto los que concluyen que será gradual como los que dicen que será drástica".

El paso prioritario ahora, según aclara, no es tanto invertir el tiempo en hacer más diagnósticos de las enfermedades que amenazan el planeta, si no investigar para encontrar soluciones y medicinas para curarlas. 

“Es hora de pasar del diagnóstico a definir e identificar acciones que permitan manejar ese cambio que, claramente, se va a producir”, concluye.

(Adaptación del artículo de Agathe Cortes en el diario El País de España que puede ver completo aquí)

EL GRAVE PELIGRO ESTA A LA VISTA

Este no es el único aviso sobre el proceso de destrucción del planeta que está llevando a cabo el ser humano, son ya muchos desde diferentes países y centros científicos, y parecería que no interesa el tema a los países más poderosos causantes principales de esta tragedia los que continúan realizando sus frenéticos ataques suicidas.

Algunos países como Perú cuidan con celo sus ecosistemas y especies vegetales y animales, pero lamentablemente el efecto de sus acciones tiene poco alcance a nivel planetario.

¿Cuál es el ente permanente de la ONU dedicado con celo al cuidado de los ecosistemas y especies animales y vegetales? Parece que no existe, o hace tan poco que no se le siente.

¿Condenados entonces? NO, la esperanza es algo que nunca muere.

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