Perú tiene un secreto que se llama Máncora. Un secreto de arena blanca y mar tibio con olas perpetuas y sol radiante casi todos los días del año. No hay quien no haya oído hablar de la magnética ciudad de Cuzco, del imperio abatido de los incas o de la insustituible y eterna Machu Picchu, su imagen tópica por excelencia. Pero las playas del norte peruano, allí donde asoma Ecuador, son, sin lugar a dudas, su faceta más desconocida.
Máncora es un pueblo costero del departamento de Piura que se asienta en el kilómetro 1165 de la Panamericana, la mítica carretera que vertebra el continente entero, desde Alaska hasta la Patagonia.
Quiso la mala suerte que en 1983 sufriera un azote virulento: el del fenómeno climatológico de El Niño que se cobró una cantidad considerable de vidas y que causó, además, la devastación de miles de viviendas y el estrago absoluto de las vías de comunicación terrestre, todas sus carreteras y sus puentes de entrada y salida.
De esta catástrofe surgió también una nueva línea de costa moldeada por los deslizamientos de lodo que trajeron las lluvias torrenciales. Cuentan que el mar se retiró varios metros y que así, del fondo de la desgracia, surgieron las maravillosas playas que hoy bordean su ensenada donde antes había un alto risco.
Al hilo de esta mutación, Máncora asistió al despegue trepidante del turismo. Y como los hongos tras una noche de tormenta, se multiplicaron los establecimientos a pie de mar, hoteles con encanto que se enredan entre las palmeras frente a la inmensidad del Pacífico. Como éste que nos ocupa: el mágico y confortable Grandmare.
Con una arquitectura plagada de detalles, el Grandmare cuenta con una ubicación privilegiada, a dos pasos de la orilla de la que, dicen, es la playa más bonita de todo Perú: la de Las Pocitas, llamada así por las innumerables piscinas naturales que la bajamar provoca entre las rocas. Desde esta orilla la vista del hotel, con sus bungalows de madera con techo de paja, parece una extensión más de la naturaleza tropical y frondosa.
Son seis casitas completamente equipadas e independientes entre sí, con una capacidad de entre ocho y diez personas. Esto las hace ideales para familias o grupos de amigos, pero también para parejas que, en este caso, pueden alquilar cualquiera de las tres habitaciones o incluso el espacio comprendido en las alturas, abierto a la brisa marina, que alberga en su interior tres camas.
Porque si hay algo que no falta en cada bungalow es romanticismo: en sus alcobas matrimoniales de un amarillo pálido y vigas de madera vistas; en el pequeño jardín plagado de flores que cada una de ellas posee tras un enorme ventanal con el mar de fondo; en el salón común al aire libre con su cómodo sofá de cuero blanco; en la barra de bar que sirve de nexo a las habitaciones y que dispone de nevera y taburetes altos para el esparcimiento conjunto.
Todo ello junto a su equipación -el aire acondicionado, la televisión por cable- podría convertir a estas cabañas en un refugio sagrado del que uno no quisiera salir nunca... de no ser porque el hotel tiene un atractivo aún mayor: la espectacular piscina semiovalada, cuya agua -¡muy fría!- se funde con la del océano. Tomarse un pisco sour en una de las tumbonas amarillas que la circunvalan, mientras se contempla la caída del sol, es uno de los momentos mágicos que regala este joven hotel, que cumple ahora dos años y medio.
Y si no -claro- el mar, en esa playa infinita que se une a la de Vichayito y después a la de Los Órganos y más allá a la de Cabo Blanco y Lobitos... O el muelle, que está a menos de un kilómetro, a donde arriban los pescadores a primerísima hora de la mañana cargados de potas o calamares gigantes. Esos mismos pescadores cuyos barcos se vieron zarpar la noche anterior desde la plácida terraza del hotel.
Servicios
Piscina al pie del mar con vistas espectaculares al océano y al muelle artesanal de Máncora. Terraza en la piscina con mesas, sombrillas y tumbonas. áreas verdes. En la playa, hamacas bajo la sombra de uso exclusivo para huéspedes. Las habitaciones tienen caja de seguridad, aire acondicionado,Internet y TV por cable.
Nos gusta por
Su ubicación privilegiada en la orilla del Pacífico.
Sus cuidados detalles en los bungalows: jardín plagado de flores, amplio ventanal en las habitaciones, cómodo sofá de cuero blanco...
Cómo llegar
Iberia (www.iberia.com) opera vuelos directos desde Madrid hasta Lima. Desde la capital peruana hay vuelos a Piura operados por Lanperú (www.lan.com), aunque lo mejor es llegar directamente a Máncora en autobús con la compañía Cruz del Sur (www.cruzdelsur.com.pe)
Prohibido perderse
Un paseo por la playa. Desde Las Pocitas, en dirección sur. Kilómetros y kilómetros de arena en playas que se van sucediendo unas a otras con leves variaciones del paisaje. Si se prefiere, se pueden recorrer a caballo.
Una visita al muelle. A poder ser, a primera hora de la mañana, para ver a los pescadores con su cargamento de potas o calamares gigantes.
Una degustación de gastronomía peruana. Para saborear la buenísima calidad del restaurante del Grandmare, que sirve sus comidas en la terraza o junto a la piscina. Imprescindible el ceviche de mero y langostinos y la causa rellena de palta.
Fuente: diario El Mundo de España - http://www.elmundo.es/
Playa Las Pocitas