jueves, 27 de enero de 2022

Perú envió a fines de enero del 2008 miles de semillas de papa (patata) a una bóveda en el polo ártico en previsión a la ocurrencia de desastres en el planeta Tierra

 

Semilla botánica de la papa

Perú envió a fines de enero del 2008 miles de semillas de papa a una bóveda en el polo ártico, como parte de un esfuerzo internacional por preservar alimentos clave del planeta ante la eventualidad de un desastre global.


Las semillas son guardadas en una bóveda ubicada en una remota isla del polo ártico en Noruega, a varios metros de profundidad, junto a otros alimentos que llegarán desde varias partes del mundo, dijo en su oportunidad el presidente del Centro Internacional de la Papa (CIP), Charles Crissman.


Perú es cuna de la papa con al menos 4 mil variedades de este alimento, considerado como el tercero más consumido en el mundo después del arroz y el trigo.


Dijo Crissman en 2008: "Estamos enviando miles de variedades bajo la forma de semilla botánica, de buena conservación a largo plazo. Son 1 mil 600 semillas de papa silvestre y 3 mil 100 semillas cultivadas, algunas mejoradas genéticamente".


La papa se esparció desde Perú por el mundo años después de la llegada de los expedicionarios españoles, quienes ocuparon en el siglo XVI el Imperio Inca, que consideraba a este tubérculo como el alimento de los dioses.


Según datos históricos, la papa -que contiene un 75 por ciento de agua, un 4 por ciento de proteína y entre un 12 y un 20 por ciento de carbohidratos- fue llevada a Europa en el siglo XVI y salvó a los franceses de una hambruna en el siglo XVIII.


Perú no sólo envió semillas de papa, sino también 1.400 semillas de camote, otro tubérculo oriundo de este país, pero dulce, de variedades silvestres y cultivadas.


Otros cultivos alimenticios como el arroz, la yuca, el trigo, el maíz y el frijol se almacenarán a temperaturas bajo cero en la bóveda de la isla noruega, construida en la ladera de una montaña de la aldea Longyearbyen, agregó el experto.


Las semillas de alimentos son enviadas de los centros internacionales del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR por su sigla en inglés) ubicados en la India, Filipinas, Estados Unidos, Italia, Malasia, Etiopía, Kenia, Nigeria. Siria, México, Colombia y Perú, entre otros, según el CIP.


"Si hay un gran terremoto en Perú, se tendrá entonces un duplicado de la papa en esa bóveda. Si tenemos un desastre en el mundo por el calentamiento global, la preservación de los alimentos estará asegurada allá," dijo Crissman.


Las semillas de la papa fueron enviadas en pequeños sobres de papel aluminio especial, herméticamente sellados. Crissman dijo que después de la primera entrega, Perú enviará más muestras y la meta es de unas 11 mil semillas hasta el 2011.


"La bóveda será como una caja negra segura y nadie podrá abrirla, sólo en caso de algún desastre generado por el hombre o por la naturaleza," afirmó Crissman.


Según el Centro Internacional de la Papa, después del tsunami en Asia en el 2004, la entidad peruana envió a Indonesia 12 mil esquejes o fragmentos de plantas de camote adaptados a suelos salinos para ayudar a la alimentación de ese país.


Dos años antes, otros tres centros del CGIAR enviaron semillas de papa adaptadas a las condiciones de Afganistán, donde una guerra prolongada devastó campos de cultivos.


Según historiadores, la papa fue domesticada en el valle del Lago Titicaca en la frontera de Perú y Bolivia hace 8 mil años y los Incas del Imperio Cuzqueño la convirtieron en su alimento "sagrado.


Perú impulsa el consumo local de papa y su exportación y hasta tiene un "Día Nacional de la Papa," el 30 de mayo.


Baya: Fruto de la papa

Baya: Fruto de la papa - con semillas


Tubérculos de papa

Fuente: Reuter

(Por Marco Aquino. Editado por Silene Ramírez)

Fotos: Las fotos se refieren a las semillas botánicas contenidas en bayas, fruto de la planta. Cada baya contiene entre 100 y 400 semillas botánicas.

La papa comestible es un tubérculo o tallo engrosado.


viernes, 21 de enero de 2022

Mejor no consumir el salmón del atlántico que se cultiva en Chile

 


Un informe internacional del Seafood Watch for Aquaculture y su edición especial para Chile, el CSARP (Chilean Salmon Antibiotic Reduction Program), cuestionó el uso de antibióticos en salmones, tras un análisis planetario al uso de estos fármacos en la producción de esta industria y ante el cual la Región de Los Lagos obtiene una nota roja y llaman a "evitar" su consumo. 


Según consignó el diario El Llanquihue, el estudio hecho -y publicado en diciembre del 2021- por el Monterrey Bay Aquarium sostiene que el salmón del atlántico, especie mayormente producida en el país, no es recomendable dado "el alto uso de antibióticos y pesticidas para controlar enfermedades y el piojo de mar. Son de preocupación crítica". 


El texto agrega que el salmón del atlántico es tratado, en promedio, 3,1 veces al año con antimicrobianos, acotando que "el potencial desarrollo de resistencia antimicrobiana es una gran preocupación". 


Ante esto, la organización de conservación marina, Oceana, planteó que el informe refuerza la urgente necesidad de aprobar lo antes posible el proyecto de ley-aún en el Senado de Chile- que exige mayor transparencia en el uso de antibióticos y otros químicos a todas las empresas que operan en Chile. 


Por su parte, la directora ejecutiva del del Consejo del Salmón -asociación que reúne a cinco empresas productoras de salmón en el país-, Joanna Davidovich, sostuvo que "a diferencia de las opiniones dadas a conocer por algunas ONGs ante los resultados del más reciente índice del Seafood Watch –conocido ya en diciembre pasado–, como gremio vemos que éste trae buenas noticias para el sector y para el país". Así, el Consejo del Salmón destacó que el índice considera que los centros que cuentan con la certificación internacional del Aquaculture Stewardship Council (ASC) pueden considerarse bajo la clasificación amarilla (“buena alternativa”) y son recomendadas. 


En Chile, cerca del 55% de la producción de salmón (tanto de su especie salmón atlántico como salmón coho) está certificada bajo el estándar ASC. "Por lo tanto, sería incorrecto afirmar que el estudio del Seafood Watch no recomienda consumir salmón cultivado y producido en Chile", sentenció Davidovich. 


En segundo lugar, el ente gremial hizo hincapié en que por primera vez desde 2018, una región de Chile completa, Magallanes, está calificada como amarilla (“buena alternativa”) para el salmón del Atlántico, subiendo de calificación desde el nivel rojo "Esto es una clara señal de progreso y demuestra los esfuerzos y el compromiso de las empresas salmonicultoras para avanzar en una producción más sostenible, reducir el uso de antibióticos y también con la transparencia en la entrega de información para la evaluación técnica”, puntualizó la ejecutiva del gremio que reúne a más del 50% de la producción de salmón de Chile. (Datos: Emol)

Exceso de antibióticos y pesticidas

jueves, 20 de enero de 2022

Bugambilia - Bougainvillea glabra - Decora y protege tu casa

 



Bugambilia - Bougainvillea glabra es una planta de lindas flores con múltiples colores


Es muy usada como elemento decorativo en las fachadas, puertas y ventanas


Posee unas púas grandes y filosas que la convierten en protectora contra el ingreso de extraños en la casa


No demanda gran cuidado, salvo las podas necesarias para mantener alcance y forma




















domingo, 16 de enero de 2022

ADN Versus Aprendizaje: ¿Nacemos o nos hacemos?



Los avances en genética incorporan matices fundamentales al clásico debate sobre si nacemos o nos hacemos. Las mutaciones esconden la clave de esta revolución en ciernes


Como objeto químico, el ADN puede reclamar una nutrida lista de padres: Mendel, Bateson, Luria, Delbrück, McClintock, Chargaff, Franklin, Watson, Crick, Venter. Como objeto de polémica, sin embargo, el ADN se puede rastrear hasta un solo nombre, y uno bien notable. El de Francis Galton, el primo listo de Darwin, como se le llama a veces con ingeniosa mala uva (contra Darwin, se entiende).


Fue Galton quien planteó la forma moderna del gran debate “naturaleza contra crianza” (tiene más sonoridad en inglés: nature vs nurture). ¿Nacemos o nos hacemos? El ADN se suele identificar con el “nacemos”, y el aprendizaje, con el “nos hacemos”. Pero esto no es más que un error generalizado y persistente. La realidad es mucho más interesante que todo eso.


El ADN es la forma en que la crianza se graba en nuestra naturaleza. El zoólogo y escritor británico Matt Ridley lo llama nature via nurture, a la naturaleza mediante la crianza.


Pese a la actual manía de las redes sociales, el mejor índice para evaluar la importancia de un problema sigue siendo la edición de los mejores libros. Y el ADN se ha llevado cuatro de estos óscar en los últimos meses. Mi gran familia europea, de Karin Bojs; El ADN dictador, de Miguel Pita; El gen, de Siddhartha Mukherjee, y Breve historia de todos los que han vivido, de Adam Rutherford.


Tomemos el cáncer. Pocos cánceres son hereditarios, pero todos son genéticos, porque se deben a una acumulación de mutaciones en el texto del ADN de nuestras células. Cada una de nuestras neuronas o de nuestras células del hígado lleva una copia del genoma humano entero y gracias a eso puede funcionar. El ADN no es solo el vehículo de la herencia de padres a hijos, sino también el manual de funcionamiento de cada una de nuestras células durante toda nuestra vida.


El tratamiento del cáncer ya se está beneficiando de la tecnología del ADN, pese a que la oncología genómica está solo en sus comienzos. Los líderes de esta disciplina, como Bert Vogelstein, calculan que los principales tumores se deben a la acumulación a lo largo de la vida de media docena de mutaciones clave de entre las miles que acumula cualquiera de nuestras células, y en particular las cancerígenas. Estas mutaciones son distintas en cada tipo de tumor. En las mujeres con cáncer de mama, por ejemplo, ya es una práctica común analizar sus genes clave, porque de ello depende el tratamiento óptimo, sea una modesta quimio o una radical extirpación preventiva de las mamas. Esta estrategia se está generalizando en otros tipos de cáncer.


Entonces, ¿el cáncer es naturaleza o crianza? Es las dos cosas. Todos hemos visto esas fotos de una familia en la que tres generaciones de mujeres han muerto de cáncer de mama. En este caso, la herencia es la que pesa: las mutaciones con las que esas mujeres nacieron fueron la causa de su destino fatal. Un caso más común es que alguna mutación u otra venga puesta de nacimiento y que el resto se haya adquirido durante la vida, a veces por factores cancerígenos como el humo del tabaco o la radiación ultravioleta de la luz solar. Y otras veces —muchas otras veces—, por mero azar. Este es un concepto importante al que dedicaremos un párrafo.


Los últimos resultados de los grandes proyectos de genómica del cáncer demuestran que, en efecto, un tercio de los cánceres que afligen al mundo se deben a hábitos de vida arriesgados, como fumar, abrasarse en la playa o comer más de lo estrictamente aconsejable. Pero los dos tercios restantes no son culpa del paciente, sino producto del azar. Desde que el óvulo y el espermatozoide se fecundan, nuestras células se dividen cientos, miles o decenas de miles de veces, según a qué tipo pertenezcan. En cada una de esas divisiones hay que replicar el genoma entero, hecho de 3.000 millones de letras (las bases del ADN, gatacca…), y por muy preciso que sea el sistema de replicación del ADN, ocurren errores que se propagan a las siguientes generaciones celulares. De ese azar provienen dos de cada tres cánceres.


Pero, sea cual sea el origen de una mutación clave —o sea de quien sea la culpa de que haya ocurrido—, pocos científicos y médicos dudan de que su detección sea esencial para decidir el tratamiento. El ADN es naturaleza y crianza o, como diría Ridley, naturaleza por vía de crianza. Durante nuestra vida, el entorno y el mero azar se hacen carne en la secuencia genética de cada una de nuestras células.


El cáncer es un buen ejemplo para ilustrar las complejas armonías internas de la cuestión “nace o se hace” que centra nuestro debate. Pero es solo un ejemplo. El desarrollo del cerebro y la enfermedad mental es un tópico muy relacionado con este tema, aunque no lo parezca. Fred Gage, del Instituto Salk de California, ha demostrado en los últimos años que nuestro cerebro es un mosaico de clones neuronales con genomas distintos. Como en el desarrollo del cáncer, las distintas zonas de nuestro cerebro han acumulado mutaciones durante la proliferación celular desde el desarrollo fetal hasta la vida adulta.


Hay varios tipos de mutaciones —la favorita de los teóricos es el cambio de una sola letra, como gatacca, gacacca—, pero la que más llama la atención en nuestro cerebro es de una naturaleza bien distinta. La mitad del genoma humano es un vertedero de residuos de transposones, o elementos móviles, segmentos de ADN que contienen la información (gatacca…) para sacar copias de sí mismos que se insertan en otros lugares del genoma.


Casi todos esos transposones son meros fósiles genómicos, pero Gage ha descubierto uno (su nombre es ­LINE 1) que sigue activo en mi genoma y en el tuyo, desocupado lector. Salta de un lugar a otro mientras nos desarrollamos en el útero y vivimos fuera de él, y sobre todo en las células destinadas a formar nuestro cerebro. Cuando LINE 1 cambia de posición en una célula madre del cerebro, todas sus descendientes heredan la nueva posición, aunque algunas de ellas añaden otro salto al anterior, y así sucesivamente.


Un transposón como LINE 1 es un texto de ADN que significa “creced y multiplicaos”. La descubridora de estas líneas de código esenciales en la evolución fue la genetista más brillante del siglo XX, Barbara McClintock, a quien tardaron 40 años en darle el Premio Nobel por alguna razón que nadie ha sabido explicar de manera convincente.


McClintock no solo demostró que hay elementos de ADN que saltan por el genoma —la razón por la que le dieron el Nobel—, sino algo mucho más importante, aunque no para la Academia Sueca: que esos saltos de un lugar del genoma a otro eran una respuesta al entorno y, por tanto, importantes para el desarrollo y la evolución de un organismo. Esta es la clase de percepción que transforma una ciencia, pero solo después de un par de siglos. Roma tardó cuatro en perdonar a Galileo, así que la comunidad científica ya está tardando en rehabilitar las ideas fundamentales de McClintock. El miedo a los trols no es buen consejero en ciencia.


Otra cuestión esencial, y de rabiosa actualidad, es la epigenética. Los psicólogos baratos, los vendedores de cosméticos y los acólitos de las religiones modernas están convirtiendo la epigenética en un lema, un eslogan o una bandera de sus prejuicios. Para ellos, la epigenética viene a revelar que la genética se equivoca, que al final es el efecto del entorno el que cuenta. Dadme un bebé y os devolveré un genio, como decía Skinner, el titán de la psicología conductista que dominó en la primera mitad del siglo XX. Otro error. Si le das un bebé a Skinner, lo que devolverá no es un genio, sino otro psicólogo tan confundido como el propio Skinner.


Nacemos con docenas de talentos codificados en nuestro ADN. Por eso no se puede enseñar a hablar a un perro, pero sí a cualquier bebé humano. Y también hay diferencias entre unos bebés y otros en su capacidad para aprender un lenguaje. Es la lotería genética que te toca al nacer, igual que ser alto o bajo, guapo o feo. Ante estas evidencias, hay una actitud común entre los científicos sociales. Consiste en aceptar que los genes puedan afectar a nuestros rasgos físicos, pero no a nuestra psicología. Otro error.


El córtex (o corteza) cerebral, la sede de nuestra mente, no es más que un trozo del cuerpo. Se forma mediante los mismos procesos biológicos que el hígado, los riñones o las manos. Una jerarquía de genes activos o inactivos instruye a las células a adoptar un destino, una tarea, una forma. Tu mano y tu pie están hechos exactamente de los mismos tejidos y tipos celulares, pero tienen una forma distinta porque algunos genes clave perciben su posición en el todo y reaccionan en consecuencia. En las distintas regiones del cerebro ocurre lo mismo, y depende de las variantes genéticas particulares que uno lleve de nacimiento y también de las que haya desarrollado durante el crecimiento. Nuestra psicología básica está escrita en el genoma, a veces con claridad, las más de las veces a través de caminos inextricables. Unos caminos que solo la neurociencia podrá descifrar.


En realidad, epigenética significa “encima de los genes”. Son unos cambios genéticos que no se deben a verdaderas mutaciones (cambios en la secuencia, como gatacca gacacca), sino a otras cosas que se pegan encima de la secuencia y la hacen más o menos accesible a los sistemas que leen los genes. Las dos cosas esenciales que se pegan ahí son unas proteínas llamadas histonas y algunos de los radicales más simples de la química orgánica, como el metilo (–CH3). Pese a no afectar a la secuencia, estas cosas que se le pegan encima aguantan varias generaciones, ya sea de células en proliferación o de personas en reproducción.


La epigenética no es lo contrario de la genética. Es un nivel de regulación que permite al ADN responder al entorno. Y las proteínas que lo permiten están codificadas en el genoma, como todas las proteínas que constituyen nuestro cuerpo. Y nuestra mente.


Lo anterior es lo esencial sobre el ADN como objeto de polémica, pero ni mucho menos lo único. La evolución biológica es un producto del ADN. Esta vez no del ADN que está en nuestras neuronas ni en las células de nuestra piel, sino del que nos pasamos de una generación a otra. También está en nuestras células, pero solo en unas muy infrecuentes y especiales: la línea germinal, las células que generan nuestros óvulos y espermatozoides.


Allí ocurren unas mutaciones muy similares a las que causan el cáncer en las células de la piel o la esquizofrenia en el tejido cerebral en desarrollo. Pero ahí esos cambios no tienen efecto en la persona que los sufre, sino en sus hijos, sus nietos y toda su descendencia. Esta es la materia prima de la evolución, su sustrato genético y molecular. En el genoma de cada uno de nosotros está escrita la historia evolutiva de la especie. Mejor dicho, de la pequeña parte de la especie que ha logrado sobrevivir en los últimos millones de años, unos tiempos duros anegados de hambrunas, sequías, guerras y penalidad general. El ADN es una ventana de precisión que tenemos abierta para entender el pasado de la especie.


El ADN es también la gran esperanza que tenemos de luchar contra las enfermedades raras, esas 3.000 condiciones hereditarias que afectan cada una a muy poca gente y, por tanto, tienen muy difícil atraer inversiones de la industria farmacéutica, pero que en conjunto suponen una pesada carga para una fracción sustancial de la población. La esperanza de ir encontrando poco a poco tratamientos para cada una de ellas es poco realista. Más eficaz puede ser investigar remedios contra lo que esas 3.000 dolencias tienen en común: un error en el ADN.


Esta será, previsiblemente, una de las cuestiones más polémicas de la biomedicina del futuro próximo. Con técnicas de edición genómica como CRISPR, los científicos tienen al alcance de la mano un procedimiento capaz de erradicar las enfermedades raras: consiste en corregir las mutaciones responsables en el embrión humano, o incluso en el óvulo o el espermatozoide que lo generan. Eso no solo eliminará la enfermedad rara en los hijos, sino también en toda la progenie que generen por los siglos de los siglos.


El ADN ha puesto la futura evolución humana al alcance de nuestra técnica. Como todo método, sin embargo, se podrá usar bien o mal. Ojalá seamos inteligentes, aunque solo sea para variar. (Del diario El País - JAVIER SAMPEDRO - Artículo completo)

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domingo, 9 de enero de 2022

Conociendo nuestros linajes: La intolerancia a la lactosa - Haplogrupo R1b

 


La lactosa (azúcar de la leche) es un componente esencial de la leche materna que consumen los bebés. Su digestión es posible gracias a una enzima, llamada lactasa, que descompone la lactosa en azúcares simples que pueden ser absorbidos a través de las paredes intestinales hacia el torrente sanguíneo. 


En la mayoría de los mamíferos (incluidos los humanos), la producción de la enzima lactasa se reduce drásticamente poco después del destete. Como resultado, los niños mayores y los adultos se vuelven intolerantes a la lactosa. 


Eso es cierto para una gran parte de la población mundial. 


Sin embargo, algunas personas poseen una mutación genética que permite la producción de lactasa durante la edad adulta. Esto se llama persistencia de la lactasa (LP). 


La persistencia de la lactasa es particularmente común entre los europeos del noroeste, descendientes de los antiguos pueblos celtas y germánicos, donde el pastoreo de ganado se ha practicado durante miles de años. 


La mayor incidencia de los alelos de persistencia de la lactasa, conocidos por los genetistas como -13,910 * T (rs4988235) y -22018 * A (rs182549), se encuentran entre los escandinavos, holandeses, británicos, irlandeses y vascos. 


Los hombres con haplotipo R1b fueron las primeras personas en la tierra en domesticar con éxito el ganado y en desarrollar un estilo de vida basado en la cría de ganado y el pastoreo durante el Neolítico Pre-Cerámico. En busca de pastos para sus vacas, las tribus R1b emigraron del Cercano Oriente a la sabana del norte de África (que desde entonces sufrió la desertificación y se convirtió en el Sahara) y a la estepa póntica en el sur de Rusia y Ucrania. Durante varios milenios, ninguna otra población humana dependió tanto del ganado para su supervivencia como estas tribus R1b. 


Es entre estos pastores de ganado donde la presión selectiva para la persistencia de la lactasa habría sido la más fuerte.


Lo cierto es que los individuos de las culturas de la Edad del Bronce asociadas con la llegada de hablantes indoeuropeos de la estepa póntica ya poseían porcentajes relativamente altos del alelo LP. Por ejemplo, el alelo LP se encontró con una frecuencia del 27% (ver Schilz 2006) entre los 13 individuos de la cueva de Lichtenstein en Alemania, que pertenecían a la cultura Urnfield, y eran una mezcla de los haplogrupos Y R1b, R1a e I2a2b.


Hoy en día, el alelo LP es aproximadamente proporcional al porcentaje de R1b, y en menor grado R1a, que se encuentra en una población. En las Islas Británicas, los Países Bajos y el suroeste de Escandinavia, donde LP es el más alto del mundo, el porcentaje combinado de R1a y R1b ​​supera el 70% de la población. En Iberia, el mayor porcentaje de LP se observa entre los vascos, que tienen el mayor porcentaje de R1b. En Italia, LP es más común en el norte, como R1b. La incidencia más baja de LP en Europa se encuentra en el sur de Italia, Grecia y los Balcanes, las regiones que tienen la menor cantidad de linajes R1b.


Tishkoff y col. (2017) confirmaron que los hausa y los fulani, dos tribus del Sahel con alta incidencia de R1b-V88, poseían el mismo alelo LP que los europeos, pero que las poblaciones de pastores de África oriental con una alta prevalencia del rasgo de persistencia de la lactasa poseen una mutación completamente diferente , que surgió de forma independiente. Este hallazgo es la evidencia más fuerte hasta ahora de que el alelo -13,910 * T se originó con los primeros pastores de ganado R1b en el Cercano Oriente, que son los antepasados ​​tanto de los indoeuropeos como de las tribus africanas R1b-V88. 

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sábado, 1 de enero de 2022

Palo de Rosa - Aniba rosaeodora



El Palo de Rosa - Aniba rosaeodora, es una especie de planta de la familia de las Lauraceae.


Es originaria de la Amazonía. Especie endémica de Brasil, Guyana, Colombia, Ecuador, Guyana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela.


Es un árbol tropical que puede llegar a medir 40 m de altura y 1 m de diámetro [Brack 1999]. 


Su sobreexplotación ha amenazado la supervivencia de la especie, debido a su lento crecimiento. 


La esencia se encuentra en la corteza y en la madera, se obtiene por destilación de las virutas y esta se utiliza en numerosos perfumes.


Los indios de la Amazonía conocen sus propiedades desde hace mucho tiempo, como curar las heridas, sin embargo, se utiliza en aromaterapia moderna desde hace poco.


Su aceite esencial contiene un alto porcentaje de linalol el que es transformado en derivados para diferentes tipos de industrias, principalmente, en la producción de fragancias, actividad muy rentable en países europeos como Francia. 


También es utilizado en la fabricación de jabones. fijador de esencias en los perfumes, disolvente de colorantes y resinas; y los esteres del linalol como saborizantes. 


Actualmente, no solo se aprovecha el tronco de la Aniba rosaeodora, tal como se hacía antaño sino también, las ramas y las hojas, como resultado de trabajos de investigación.


Sus usos tradicionales involucran el campo cosmético, odontología, antialérgico. Aromatizante, regenerador celular, antiviral, antibacteriano, antimicótico, antirreumático, tónico, estimulante, antiestrés.


El componente Linalol, presente en el tronco de la planta, le confiere sus efectos medicinales, estimula la renovación celular, regenerando los tejidos y minimizando líneas y arrugas. 


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